Zángana
Zángana que dejas sin fregar
los platos apilados en la cocina
y recoges tu pelo en un moño alto
con ayuda de un lápiz
frente al espejo del baño,
vestida apenas con esa vieja bata
roja que ya estaba colgada en tu puerta
la noche en que te conocí y sonríes
al descubrir en el reflejo que estoy mirando.
Zángana que dices podemos hacerlo,
pero despacio, que estoy cansada.
Tendrán tus manos y tus labios que
llevarme al sur. Si me llevas al sur
me quedo contigo, querido, no pienso
salir de la cama en toda la mañana.
Zángana que hueles a mar y a mí
cuando amanece y la luz te descubre
boca abajo entre los cables, los cascos,
el móvil, la camiseta arrugada y las bragas,
hablas en sueños, dices un nombre
que no es el mío, el reloj de septiembre
se detiene en domingo y te dejas hacer
y atraviesas mi pecho convertida en lanza,
zángana que tanto me gustas así,
hecha de miel y de amor.
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