Con las manos manchadas de macarrones con chorizo
Qué desperdicio para el amor esta tormenta sin ti,
qué mala suerte querer tu alegría,
qué repentino este frío y qué cruel
su llegada a media tarde de un junio
cuando todo estaba en calma.
Qué fugaz el delirio, qué profundo
el misterio si el saber no me atraviesa,
qué lejano el sonido de tu voz,
qué maravilloso tenerte a mi lado
en el patio de butacas, en mitad de la calle
de noche, en la cocina haciéndonos el amor
con las manos manchadas de macarrones
con chorizo y una cena de madrugada.
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