Tengo tanta rabia dentro que no me extrañaría que volviera a crecerme el dedo
Una máquina del trabajo le arrancó de cuajo
un dedo de la mano derecha a Sebastián.
Ahora ya ha curado la herida. Apenas duele.
Un reguero de puntos de sutura reposa en la gasa
mientras la enfermera va cortándolos
con ayuda del bisturí y de la pinza.
Sebastián dice que a veces está sentado
viendo la televisión y se echa a llorar sin sentido.
Y que eso le hace sentir torpe y débil.
Esta mañana ha llegado una carta
de la mutua laboral. Determinan que se trata
de un accidente leve y que Sebastián
vulneró las medidas de seguridad,
por lo que concluyen que no se hacen cargo.
Esos hijos de la gran puta, masculla Sebastián
mientras le brotan las lágrimas, se creen
que desconozco el significado de desestimar o vulnerar.
Voy a contratar a un abogado y van a pagar por todo.
Tengo tanta rabia dentro, ¿sabes?, me dice,
casi sonriendo, que no me extrañaría
que volviera a crecerme el dedo.
Su hijo pequeño, que juega sentado a su lado,
le mira y sonríe y regresa de nuevo a sus juegos.
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