Tendré las manos de mi padre y seré un gigante
Tendré las manos de mi padre
y seré un gigante.
Y ese temblor fino en la barbilla
cuando sucede la vida inesperada.
Los ojos tristes. La luz prendida
en las ventanas del patio interior,
aún de madrugada.
Tendré sus manos, con las que buscar
a tientas la lluvia en los cristales
y el placer, a gotas también, en tu cuerpo.
Se mantendrán suspendidas en el aire
las palabras, aquellas que anunciarán tu regreso.
Abrirán las tabernas y los mercados
para el futuro o no serán. Se marchará el invierno.
Tú habrás de ser. Renacerá en ti el calor y la alegría.
No habrá otro modo de vivir, que no sea
sintiendo que las raíces de la muerte
abrazan lentamente mis entrañas.
Pero también seguir creciendo.
Y qué viejo habitará en mí
si aún no lo siento.
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