Aprendo a desasirme

Aprendo a desasirme. 
Los límites de mi cuerpo 
(los pulpejos de los dedos, 
            los labios, 
las plantas de los pies, 
            la nuca) 
vuelven a ser los confines lejanos 
desde donde observar el espectáculo 
imparable de los días. 

Me desprendo de ti. 
Reconozco el peso de tu cuerpo 
y dejo que el nordeste lo convoque 
en las esquinas. 

Sé que te echaré de menos 
cuando lleguen las noches. 
Pero ahora, 
            amor,
            apenas duele. 

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