No existen los pianos
No existe el mar.
Ni los pianos.
Apenas unos pocos libros,
escritos en otro tiempo,
difíciles de entender.
Las estaciones se suceden
mientras llueve en raras ocasiones.
Apenas nos tocamos.
Mantenemos conversaciones banales,
sobre el clima o sobre música clásica.
No existe el mar
(creo que eso ya lo he dicho).
El humo de las fábricas oculta la luz del sol.
En las montañas habitan monstruos
con cabeza de cerdo y plumas en el cuerpo,
plumas iridiscentes.
Miyazaki tenía razón.
Las estaciones se suceden
y no veo a la mujer que amo.
Marché una mañana a trabajar y,
cuando regresé a nuestra casa,
habitaba el silencio.
Encontré una nota escrita
con su letra en el frutero.
Decía que necesitaba estar sola.
Decía también que yo no era el hombre
que esperaba. No existe el mar.
No existen los pianos.
Me refugio en la ciudad
y paseo por las calles en busca
de un encuentro que nunca sucede.
Te echo de menos.
Desde antes de conocerte.
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