La trenza
Entran en la plaza mayor
atraídos por la música y detienen
sus pasos para observar la actuación.
Ella es menuda y delgada,
tiene el pelo largo y rizado
de color oscuro, suelto le llega
hasta los hombros y se confunde
con el vestido negro de tirantes que la cubre.
Él es alto, bastante más que ella, su cuerpo
es ancho y desprende fortaleza,
tiene las manos grandes y una barriga
incipiente que estira la camiseta
oscura que viste, sin restarle
un ápice de atractivo.
Se coloca detrás de ella y,
sin dejar de mirar el escenario,
comienza a peinar el pelo de la mujer,
primero alisándolo con los dedos
entre las guedejas para después
trenzarlo con destreza de costumbre
impregnada en su memoria gestual
hasta completarla en pocos segundos.
Entonces deja de prestar atención
a lo que sucede en el escenario
y contempla su obra.
Ella da media vuelta y sonríe.
Se miran a los ojos.
Él susurra guapa y, posando la mano
izquierda en la nuca de ella,
la atrae hacia sí y se besan unos segundos
en los labios mientras la trenza
comienza a deshacerse.
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